Corazón que ríe, corazón que llora Maryse Condé.
Ed. Impedimenta. 176 pp.
Este año nos hemos quedado sin la cara de sorpresa de todos los años al enterarnos del nuevo Nobel de literatura. Si estábamos de suerte conocíamos al autor pero lo habitual era lo contrario. Un escándalo de abusos sexuales de uno de los miembros de la Academia ha hecho que hayan decidido no concederlo este año. En un acto de rebeldía contra las anquilosadas estructuras de la academia sueca, los libreros y algunos profesores universitarios suecos han decidido entregar un premio Nobel literario alternativo. La valía literaria de los finalistas ha sido, como mínimo, la misma de cualquier galardonado anterior. El monto económico no era tan grande pero no era simbólico. Lo más interesante es la distancia tan grande entre la galardonada y la Academia y sus tejemanejes, que hubiera hecho impensable que se lo concedieran. Mujer, negra, francófona, perteneciente a una colonia minúscula y terriblemente combativa contra todo lo que la define ante la sociedad occidental: feminista, anticolonialista y propagandística de la negritud.
Nada más recibirlo tuvo un altercado con el embajador francés porque dijo que ella no era francesa sino de la Isla Gaudalupe que debía ser independiente ya. Para redondear corrección política, en todas las entrevistas ha dicho que Francia, pese a lo que se crean, es un país mucho más racista y machista que USA. Ideal para que le den el Nobel. Es una pena que haga falta hacer esta introducción para hablar de ella pero el circo del Nobel y el personaje lo merecen.
El libro que comentó fue escrito en 1999, ya tarde en su carrera, y la autora lo define como colección de cuentos sobre su infancia y adolescencia cuando en principio parece recuerdos. Son memorias escritas con la consciencia de la dificultad de escribir sobre nuestro pasado sin fabular. Es una antología de momentos y reflexiones que ellos le producen a la autora. La narración tine un tono aparentemente cercano a la oralidad pero hermosamente pulido para crear una prosa en la que reflejar toda la luz, el color y la sensualidad de aquellas tierras. Es recreación literaria en un intento de comprender, porque para ella la literatura es un arma de conocimiento. Por eso nos va contando cosas que le pasaron tratando de reconstruir lo que sentía, para poder comprenderlo.
Comienza por la alienación de sus padres: negros acomodados y respetados en la isla que descubrían la realidad de su situación cuando llegaban a la metrópoli y se convertían negros de las colonias. O la suya que nunca acaba de disfrutar de la libertad de los negros pobres por su estatus de hija de funcionarios importantes en Guadalupe que la constreñía hasta hacerla infeliz. Para mostrar la necesidad de rebelarse frente a las rígidas estructura culturales francesas de las que era una beneficiaria (estudio becada en la Sorbona) y la necesidad de encontrar otros referentes, en su caso en África.
Se lee sin querer pero nos hace reflexionar sobre lo exótico y lo humano. Para quien quiera seguir leyendo a la autor, avisar que en sus escritos no continuó con las diferentes etapas de su vida en África y USA sino que se sumergió en su pasado caribeño reconstruyendo la vida de su abuela esclava y que ahora, masacrada por una enfermedad degenerativa, tiene que dictar sus obras a su marido.