Creo que bastantes personas recordamos ese infame alto cargo de la Comunidad de Madrid que ante un informe de Cruz Roja sobre la pobreza en su comunidad se cachondeaba y decía que él no veía la pobreza por ningún lado y se preguntaba dónde estaban los pobres. Este libro es una respuesta directa a esa pregunta. Y lo primero que sorprende es que, en cierto modo tenía razón. No es tan fácil encontrarlos como parece porque la conclusión que se saca de este libro es que la tendencia en las ciudades es a ocultar la pobreza y a los pobres. A segregarlos y colocarlos fuera de la vista.
Todo puede empezar por el hecho mismo de que nos cuesta darnos cuenta de que no somos ricos, que no somos tampoco clase media por mucho que huyamos del término obrero, clase a la que casi nadie quiere pertenecer. A nadie le gusta sentirse pobre tampoco. Los obreros mal pagados y en precario piensan que son clase media, que son gente normal, y no se dan cuenta de que cada día cuesta más sobrevivir, ya no digo vivir. Somos pobres si atendemos a los parámetros de la ONU pero no nos damos cuenta de ello. Nos creemos clase media porque tenemos Neflix y Spotify y hay otros más pobres que nos traen los pedidos en bicicleta.
Sergio S. Fanjul es una mente inquieta, a pesar de lo sociológico de sus artículos, se considera poeta en esta sociedad hiperactiva y se muestra como un ser urbano en Madrid. Vive en Lavapiés y contempla desesperanzado el proceso de gentrificación de su barrio viendo por las ventanas pisos pateras indescriptibles, pero también mini-pisos ultra-caros en los que jóvenes profesionales se creen los reyes del mundo. Todos son pobres porque viven una vida social insana en la que la ciudad ha pasado de ser un lugar en el que encontrar cuidados a un mundo hostil. La base esta desaparición de la pobreza ha sido la capacidad de segregación que han desarrollado los más ricos que cada vez lo son más. Han logrado que los pobres sean extraditados a otras partes de la ciudad y así, al no verlos, no sienten ninguna empatía por ellos. Desde esa posición privilegiada pueden creer más fácilmente que lo que tienen se lo merecen y que los que están abajo también se lo merecen. Si no salen del agujero es porque son unos vagos y no se lo trabajan.
El autor dedica el libro a desmenuzar nuestras pre-concepciones enfrentándolas a personas reales, que dejan de ser pobreza para ser personas pobres. Okupas con familias que se comportan con respeto hacia lo que ocupan; un escritor de twiter con miles de seguidores que viven en la calle y nadie lo nota en su crónicas; el salvaje mundo de las 3000 viviendas que corre el peligro de convertirse en un parque temático de la pobreza endémica; la arquitectura hostil creada para que los sin hogar tengan que alejarse de los centros de las ciudades; la paranoia de los seguratas para que no se les cuele ningún indigente en los espacios públicos (buen momento para lo que tienen en Barajas, que no son solicitantes de asilo atraídos por el Perro Sánchez).
Es un libro necesario que me hacía revolverme contra mí mismo cuando un indigente me pide dinero y me estropea una escena de paz y belleza. Es lo malo que tiene, que están ahí para amargarnos la foto.
Presentación en la librería Alberti de Madrid. No muy buena calidad pero merece la pena