Lizz Moore consiguió un éxito rotundo con El largo río de las almas que la hizo, después de tres novelas sin mucha trascendencia, aparecer en programas de máxima audiencia y ser citada como libro de cabecera de Michelle Obama. Parte del éxito se debía a que entraba de lleno en el mundo de la crisis del fentanilo en su Filadelfia natal y en la descripción de aquellos ambientes. Esta novela no tiene nada que ver con aquella, ni desde el punto de vista del escenario, pues ésta es una novela de campo, ni de género, pues ésta es un thriller y no una novela criminal.
Para el paisaje, regresa a un lugar rural, remoto, único: las montañas Adirondack al norte del estado de Nueva York. Una región donde tradicionalmente familias ricas de la Costa Este han asentado sus segundas residencias, y una reserva natural protegida donde no todo es lo que parece.
El argumento gira en torno a la desaparición de una joven, hija de un matrimonio roto, parte de una riquísima dinastía de la zona en un campamento de verano propiedad de su familia. Pero es que esos mismos padres perdieron otro hijo en esos bosques hace años, mientras estaban de juerga. El caso se cerró en falso gracias al poder de una familia más interesada en mantener su imagen que en saber la verdad. Ambas historias se van entrecruzando en la narración, como una especie de recordatorio de que el pasado regresa. A parte de ese juego de espejo entre las dos desapariciones, es una gran novela coral con muchos puntos de vista, narradores diferentes. La mayoría de voces en El Dios de los bosques son femeninas, y construyes un retrato profundo y complejo de la psicología femenina a través de las mujeres tan diferentes que la pueblan.
A la vez, es un alegato contra la sensación de las clases privilegiadas, convencidas de que todos los privilegios que poseen son merecidos y fruto de su esfuerzo, sin ser conscientes de lo que tuvieron que pisar para subir hasta donde están.
LIZZ MOORE (2024) EL DIOS DE LOS BOSQUES. Editorial AdN.